El lenguaje inclusivo se puede ejercer como un derecho, una soberanía lingüística sobre el habla

El lenguaje inclusivo fue uno de los temas más debatidos del año. Salió de las calles y después de surcar las áreas académicas, educativas, políticas, legales, mediáticas, ciudadanas y hasta empresariales, volvió a ellas ya consolidado. Forma parte de la militancia social de Jorge Víctor Ríos porque trae consigo –dice- la visibilización del orden social “profundamente desigual e injusto”.

(Misiones Plural)

Sábado 13 de diciembre de 2019. El lenguaje inclusivo surge desde el movimiento feminista y del de la diversidad sexual como un cuestionamiento -desde el propio lenguaje- al orden social desigual en cuanto a los géneros y a la práctica del patriarcado. En Argentina se hace fuerte en el marco de la discusión de la ley de interrupción voluntaria del embarazo, en 2018, cuando tuvo una fuerte apropiación de los jóvenes –incluso los que no militan- y de aquellos que se ocupan de las causas de la diversidad sexual, explica el profesor Jorge Víctor Ríos, activista social y estudiante avanzado de la carrera de Comunicación Social.
Pero esta propuesta de incorporar la “e” como marca morfológica de género en el español tiene más de cuarenta años y ya surcó las áreas académicas, educativas, políticas, legales, mediáticas, ciudadanas y hasta empresariales, para llegar a la calle consolidado como un acto político mientras va definiendo su propio perfil, todavía ambiguo en las formas.
¿Es un lenguaje de izquierda más que de derecha? Es un lenguaje de todes que no está encapsulado dentro de una ideología sino que opera, mas bien, desde la lógica que hasta un niño puede entender: “¿Por qué utilizar el masculino en plural para referirnos a la totalidad de las personas cuando hay mujeres también”, dice Ríos para definirlo como instrumento político e ideológico en ese sentido.
Se trata, explica, de utilizar el lenguaje de manera no sexista: “en lugar de ‘hola chicos’, usemos ‘hola gente’ porque ‘gente’ incluye al no definir el género y es más amplio que la utilización de la E como marca de género no binarista. Pone en igualdad a los dos géneros mientras también posibilita la inclusión de otras identidades no binarias (masculino/femenino), como las identidades autopercibidas que no se identifican ni como hombres ni como mujeres”.

¿Cómo surgen y cuál es la característica del lenguaje inclusivo?

Tiene un largo camino, pero surge y se afianza como un cuestionamiento en el lenguaje, desde el lenguaje, al orden social desigual en cuanto a los géneros y al sistema patriarcal.
Para Ríos, que también es militante de la diversidad, el lenguaje debe describir la realidad y cuando se necesita una palabra para referir a los no binarios, aparece la propuesta de nuevas palabras, como elle. “Ni él ni ella, sino elle. Pero es sólo una propuesta. Esto quizás cambie. Por ahora responde a la necesidad lingüística de ‘nombrar’ frente a un lenguaje que hasta hace poco no tenía una palabra. Y fue creada”.

¿El lenguaje inclusivo viene a combatir el binarismo sexual?

El lenguaje debe describir la realidad y para ello, para incluir a todes sin la lógica del masculino como plural, proponen cambiar la estructura interna (la morfología) de las palabras porque entienden que es una fase más avanzada en el proceso de revisión de la lengua, que busca hacerla más igualitaria en términos de representaciones de género.
Antes, el foco estuvo puesto en la semántica, es decir, en el significado de las palabras. Pero el fundamento psicolingüístico del lenguaje inclusivo expone la correlación entre el lenguaje y cómo percibimos y representamos la realidad.
Por ende, el androcentrismo de la lengua española (como el de muchas otras lenguas) refleja la desigualdad social entre varones y mujeres, pero también la refuerza. Por eso también esta pretensión de igualar las representaciones de género en la lengua.

Herramienta política de conservadores y transgresores

En una nota reciente en este mismo portal, un texto de Jorge Ríos sobre el lenguaje inclusivo, no binario o no sexista –o cualquier nombre que finalmente adopte- recordó la frase del jesuita, lingüista y antropólogo Bartomeu Melià –español nacionalizado paraguayo- que falleció la semana pasada en Asunción: “El primer paso de una conquista suele ser la ocupación de un territorio; su último paso, el definitivo, se da cuando la lengua de un pueblo ha sido también ocupada”.
Y las lenguas centro y sur americanas fueron ocupadas, casi todas, por el castellano.
El lenguaje inclusivo cobra su sentido más cabal cuando se la lee en clave política. Por eso la voluntad del Gobierno español de reescribir la Constitución incorporando el lenguaje inclusivo pero también la decisión de la rectora de un colegio de permitir oficialmente a profesores y estudiantes utilizar lenguaje inclusivo son actos eminentemente políticos.
El lenguaje inclusivo es un dispositivo político, y como tal, defiende intereses, entra en conflictos con otros, propone una visión de mundo. ¿Qué causas e intereses defiende? ¿Qué visión de mundo propone?
El Instituto Cervantes (organización pública española creada el 21 de marzo de 1991 por el Gobierno de España, con el alto patrocinio de los reyes de España) se expandió a 44 países, creando 87 centros, en ciudades tan distantes como Shanghái, Nueva Delhi, Kuala Lumpur y Sidney. Su principal autoridad es el mismísimo rey de España y su existencia parece responder a una verdadera política de Estado. En sus documentos se enfatiza el “valor económico” del español y su aptitud como lengua de negocios (al contar con más hablantes nativos que el inglés), responsable del 16 % del PBI de España.
Esta expansión del idioma español, con sus estructuras y las reglas de la RAE, coincidió con el desembarco, en los 90, de empresas españolas multinacionales, desde editoriales a bancos y petroleras.

¿Quiénes resisten a este lenguaje y por qué?

Jorge Ríos dice que más allá de ser una forma de hablar, el lenguaje inclusivo se esfuerza por visibilizar la desigualdad entre los géneros y lo entiende como dispositivo político de importancia porque visibiliza, pone en escena esas desigualdades y actualiza la disputa por el sentido desde el lenguaje. “Es por un lado un dispositivo de disputa político y a la vez el mismo escenario donde se dan esas disputas porque es a través del lenguaje que, como sociedad, construimos nuestras representaciones de la realidad. A la vez que refleja características del orden social, también los refuerza. El lenguaje inclusivo viene, de alguna manera, a irrumpir en ese orden simbólico”, insiste.
Por un lado se resiste los que no lo entienden, dijo. Pero también, aquellos que lo entienden bien pero se oponen ideológicamente a la representación que lleva consigo este lenguaje y que supone esa pérdida de privilegios para el varón sobre la mujeres o para los heterosexuales o los cisgénero sobre las otras orientaciones de género u orientaciones sexuales.
“Acá nadie pierde derechos. Es como con el matrimonio igualitario donde nadie perdió derechos sino que solo se perdieron privilegios: el matrimonio era un privilegio de las parejas heterosexuales y pasó a ser un derecho de la totalidad de las personas”.
¿Qué logró visibilizar este debate?
Este debate visibilizó lo oculto y lo que falta. Visibilizó, también, que el Estado debe generar políticas públicas para sectores que estuvieron invisibilizados en el lenguaje. “Un ejemplo es el término o nueva categoría que trajo consigo la palabra femicidio: es un concepto nuevo, agregado hace poco a los diccionarios, que hoy tiene una amplia aceptación y permite que el Estado pueda atender a ese flagelo social de femicidios o de violencia de género, que son crímenes de odio”.
Hasta hace poco tiempo, ante la ausencia de términos para definir instancias, el Estado no podría definir ninguna política en ese sentido. “Esa es otra razón por la cual el lenguaje es importante. El estado se basa en las leyes y las leyes son palabras, son normas escritas” sostiene Ríos.
Describe además cómo el Estado comenzó a prestar atención a las problemáticas que la lucha de las disidencias sexuales logró visibilizar a través del idioma. “Los organismos del Estado que se especializan en violencia de género y que atienden los problemas de la diversidad sexual son los primeros que empiezan a darle importancia”.
Jorge Ríos milita el lenguaje inclusivo por convicción personal y por su formación profesional. “Por un lado la militancia en el movimiento LGBT y de la diversidad sexual y por otro, el de mi profesión que está relacionada a la lengua y la linguística. Mis estudios académicos también se entrecruzan con las áreas de mi interés y de mi compromiso personal”, asegura.
Pero entiende que este debate e, incluso, el lenguaje inclusivo “es solo la punta del iceberg que se vislumbra sobre la superficie pero cuando nos ponemos a investigar o reflexionar, descubrimos que detrás está representado todo el orden social que es profundamente desigual, profundamente injusto y me parece importante tratar de indagar sobre eso”.

Este debate trae con las discusiones, a la RAE a la Argentina. ¿Es pertinente hablar de la RAE en la Argentina?

La RAE se opone al lenguaje inclusivo con argumentos puramente lingüísticos, pero el ahínco y la vehemencia con que lo hace, aunque diga lo contrario, deja entrever que tiene intereses extraacadémicos: la RAE sabe que, más que una cuestión lingüística, el lenguaje inclusivo es una cuestión política.
Entre las discusiones inesperadas que trae está la Real Academia Española, es decir, la Academia de una de las lenguas del Reino de España, un organismo de la monarquía.
“Esto, a mi entender –explica Jorge Ríos- devela el nivel de colonialismo que opera en nuestras subjetividades. Pensamos en una academia que representa a un orden estatal totalmente distinto y ajeno al nuestro, a una monarquía, que además no tiene ninguna real jurisprudencia ni siquiera sobre cómo se habla en España y mucho menos como hablamos nosotros. Sin embargo sigue siendo la referencia para las cuestiones lingüísticas cuando hay algún tipo de disputa sobre el lenguaje”, reflexionó.
En ese sentido recordó que no es tarea de la RAE aprobar o desaprobar el uso del lenguaje inclusivo o los regionalismos, por ejemplo, “sino describir cómo se habla, cómo se utiliza el lenguaje y generar un registro lexicográfico. Pero no pueden establecer reglas sobre cómo las personas utilizan el lenguaje”.
También enfatizó la práctica que tiene, en esa misma línea, la academia argentina, a la que consideró sucursales de la RAE. “La Academia de Letras de Argentina tiene la misma visión, tiene incorporada la mirada eurocentrista colonial de la RAE. Funciona más como sucursal de la RAE en Argentina. Pero hay particularidades hacia adentro de la academia. El lingüista Santiago Kalinowski, se declara públicamente aunque a título personal a favor del uso del lenguaje inclusivo y de la incorporación de este lenguaje al ámbito público estatal. Pero persiste una mirada bastante colonizada de lo que es el lenguaje y como está regulado”.
En las universidades de Argentina también hay diferencias, aunque algunas de ellas, sobre todo en las universidades públicas, también cuestionan la legitimidad de la RAE como ente regulador del lenguaje.

¿Qué criterios debe primar en un docente cuando surge este uso de manera espontánea?

Jorge Víctor Ríos defiende el consenso que entiende que el lenguaje inclusivo se puede ejercer como un derecho, no por imposición, como una especie de soberanía lingüística sobre el habla. “Al ser algo sistemático, aunque sin regulación, tiene el propósito claro de ser un posicionamiento político. Como docente abre oportunidades de reflexionar sobre el lenguaje. Me parece que hay que aprovechar la inquietud de los estudiantes, para reflexionar y aprender abordando los contendidos, por ejemplo, de la ley de educación sexual que son transversales. Estoy a favor del uso, como derecho y soberanía lingüística”.

RP – Misiones Plural.

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Post Author: mauricioalvez