Ser conservadores, esperando a que se adapte el viejo orden a la nueva normalidad, es propio de los espectros dentro de la Matrix que no aceptan su dominación y ocaso. El futuro siempre será incierto, la interpretación del pasado y del presente, es dinámica y sesgada. Una crisis global producto de una pandemia nos obliga a cambiar, a disponer de una agenda cuyo factor ordenador sea una realidad que pueda ser construida con decisiones concretas (cuáles), apuestas colectivas (quiénes) y un protagonismo del pueblo.
En el presente que nos toca transitar, la pandemia nos puso frente un escenario de crisis que definitivamente es incómodo, en al menos tres aspectos globales que evidencian la desigualad social: el sistema económico, el sistema sanitario y el sistema de comunicaciones. Visualizar éstos para concebir una nueva normalidad con las herramientas de análisis disponibles puede resultar de ayuda, aunque por un tiempo no sabremos de qué se trata exactamente ni sus impactos.
Despertar y descubrir un mundo nuevo
Frank Kafka en 1915 publicó Metamorfosis, obra que narra la historia de Gregorio Samsa, un comerciante que mantenía económicamente a su familia y que un día despierta siendo un insecto. A partir de allí atraviesa revelaciones que lo van llevando hacia su ocaso y muerte. Esas revelaciones tienen que ver con la alienación y la deshumanización producto del cambio de apariencia e incapacidad para trabajar, que desde el absurdo muestran una arista cruel del capitalismo insipiente en esos años.
Del mismo modo, salvando las cuestiones ficcionarias, hoy muchos trabajadores del turismo son expulsados del sistema productivo, sin capacidad utilitaria y por ende sin capacidad de mantener a sus familias, a riesgo de entenderse como individuos descartables y despreciados como Gregorio. Incluirlos en la nueva normalidad del sistema turístico debe ser una premisa fundamental.
Hace unos días Lilly Wachowsky, una de las creadoras de “Matrix” sorprendío declarando que “El mundo aún no estaba listo” y reveló que la película es una alegoría de la identidad transgénero, que tenía que ver con el deseo de transformación donde Neo tiene disforia, la matriz es el género binario y los agentes son la transfobia. Al “despertarse”, Neo comienza su transición de una identidad, Thomas A. Anderson, un nombre que le dieron las máquinas, a la que él mismo esculpe: Neo, su nombre elegido. Por su parte, el Agente Smith solo se refiere a Neo como su nombre muerto, el Sr. Anderson, con un énfasis persistente en el “señor”.(https://threadreaderapp.com/thread/1291439319245234177.html)
En esta nueva normalidad tenemos la oportunidad de vernos como Neo, aceptar los cambios drásticos y adaptar nuestra forma de ver el mundo y ser protagonistas, buscar y aprender a enfrentar las barreras de quienes quieren conservar el stato quo previo a la pandemia y con ello sus privilegios. Tenemos la oportunidad de forjar un turismo sostenible socialmente equitativo, mientras que volver a la vieja normalidad sería normalizar las desigualdades e injusticias.
Para ello hay que interpelar a los semidioses, a las estrellas, a quienes -en tanto personas o empresas- vemos como algo que no está acá sino allá arriba, lejos, inalcanzable, iluminándonos en lo más profundo de la noche, y que el sistema potenció separándolos de nosotros, los simples mortales. Uno de los rasgos más peligrosos de la especie humana, tanto de ayer como de hoy, es nuestra tendencia a justificar de cualquier modo la tentación de colocarnos por encima de los demás — de defender lo que consideramos como privilegios bien ganados. ¿Qué es esto de considerar que un rasgo excepcional pone a una persona por encima del resto, sino la historia de la propiedad privada y de todas las monarquías? ¿Qué debería importarme que llegaste primero a este lote, si esto no es una carrera de sortijas sino una sociedad? ¿Dónde figura que la sangre que corre por tus venas te habilita a regir mi vida? Convenciones, nomás: juegos culturales que crean sentidos para justificar la realidad del poder desnudo. (MF – https://www.elcohetealaluna.com/el-boulevard-del-ocaso/)
Tal como nos cuenta Arturo Jauretche en su Manual de zonceras argentinas (1968), las zonceras económicas son las más frecuentes porque constituyen la finalidad última de todas. Las restantes son preparatorias, su objeto es formar una mentalidad colonial, y el objetivo de las colonias, particularmente de las semicolonias de la economía, es su aprovechamiento material. Así, Jauretche decía: La colonización económica va acompañada de la “colonización pedagógica”. La “pedagogía colonialista” busca que los argentinos nos empeñemos en hacer lo que no podemos y que no hagamos lo que podemos. Así, una puede decir que las zonceras son también los marcos teóricos erróneos que nos imponen desde el Norte Global, importados con entusiasmo por los intelectuales orgánicos del poder económico. Como se ha visto, el Covid-19 desató, además de la crisis sanitaria y las descomunales pérdidas humanas, una fenomenal crisis económica en todo el mundo. A su vez, la pandemia dejó al desnudo problemáticas estructurales y dio testimonio de que es posible utilizar la emisión monetaria y la inversión pública a requerimiento de los Estados para paliar las crisis. (MR – https://www.elcohetealaluna.com/la-zoncera-del-gasto-publico/)
Los Estados están jugando un rol fundamental a la hora de contener con medidas económicas la sangría producto de la paralización casi total del turismo en el mundo. Seguramente de maneras diferentes y en todos los casos insuficientes. Poner en la misma bolsa y bajo el mismo paraguas a toda la diversidad de actores vinculados al turismo resulta una tarea casi utópica. El mientras tanto es un tiempo de reflexión y reconfiguaración del sistema turístico, sus estructuras y relaciones, sus tensiones entre intereses individualistas e intereses colectivos, entre las consideraciones sobre derechos y privilegios.
Entre los desafíos a corto y mediano plazo resulta prioritario evitar que las desigualdades sociales se reflejen mecánicamente en los números de contagios y muertos, poniendo al Estado como una herramienta de protección social. Para la siguiente etapa, si consideramos que es necesario mutar para generar trabajo, debemos salir del síndrome del soldado japonés que sigue peleando en la selva filipina sin saber que su ejército ya perdió la guerra.
La metamorfosis se tiene que dar para bien, el resultado debe ser distinto a todo lo anterior, debe ser mejor a todo lo anterior. De lo anterior debemos aprender para hackear el futuro. Es posible.
Como hacedores comprometidos con la construcción de una sociedad mejor nos cabe preguntarnos ¿Está listo el turismo para la metamorfosis?