Porción de terreno donde se combate por un objetivo, lugar donde se libran luchas por la conquista y la defensa de intereses. Donde se ejerce el poder a través de la violencia.
@acooent: Hola Mauri, ¿Viste como se poblaron las redes de posteos de política?
@mauricioalvez: -Hola Agus, es lógico, se acercan las elecciones, hay una cuestión de poder de fondo, y cada cual a través de sus manifestaciones políticas sale en apoyo del proyecto que mejor le representa, o al menos en lo que creen que es lo mejor para sus intereses, y el territorio digital es uno de los medios que tenemos a nuestro alcance.
A: Ajá, me hablás de lógica, de creencia, de representación y de intereses, y en el medio de política, poder y territorio digital, esto parece una batalla para imponer quién es el bueno y quién es el malo. ¿Qué andas leyendo?
M: ¡Batalla! ¡Bingo!. A ver, tratemos de esbozar un ensayo, tomando a la política como un campo de batalla, en el cual se libran luchas por intereses y no sabemos bien de qué lado estamos. De paso trato de compartir algo de lo que interpreté hace unos meses de los libros Filosofía en 11 Frases de Darío Sztjnszrajber y Big Data & Politica de Luciano Galup, entre otros.
A: Eso resulta al menos llamativo ¿Cómo no vamos a saber de qué lado estamos?
M: Depende, porque puede ser que (otros) nos hayan empujado hacia el campo de batalla sin darnos opciones, que nos hayan convencido con información manipulada, o bien que en plena batalla hayan cambiado algunas condiciones del contexto haciéndonos dudar o plantear la tensión entre los intereses por los cuales estamos luchando y aquellos por los cuales podríamos o deberíamos luchar, dicho de otra manera una tensión entre intereses propios y/o ajenos. Desde que nacemos, ese campo de batalla que no podemos evitar, es la política.
A: Decís que la política es natural, que nacemos condenados a vivir luchando, por intereses que no estamos muy seguros de que sean propios, que nos representen o incluso que pueden cambiar hasta el punto de hacernos modificar posiciones y de bando.
M: A esa discusión de lo que es natural al hombre y qué no lo es, o sea es social, desde la filosofía, las ciencias sociales y políticas nos vienen empujando hace mucho tiempo. Es un buen ejemplo de lucha dinámica por el orden social en el campo de batalla política, donde el lenguaje es un arma imprescindible y la presencia del otro en el discurso se torna omnipresente (o no), pues el nexo con ese otro siempre representa una relación de poder, donde existen conflictos y diferencias. Al respecto, voy a recurrir a la filosofía política occidental para traer a la conversación dos paradigmas ligados a posiciones sobre lo natural y el origen de lo social, sobre la tensión que existe entre los supuestos derechos naturales de cualquier individuo y la de todos los demás individuos, cuya colisión plantea la necesidad de un orden convivible, compartible y armónico. Si son derechos naturales de cada ser humano, es decir de cada individuo, la libertad y la supervivencia, allí surge un conflicto, dado que cada individuo se va a priorizar a sí mismo, o sea el hombre es por naturaleza egoísta en cuanto a su supervivencia y su libertad, y la expansión de esto choca contra la supervivencia y la libertad de los otros, son derechos individuales y a la vez nos son comunes como seres humanos. Así las cosas, se plantean posiciones extremas, individualismos y colectivismos. Las propuestas de Aristóteles y Hobbes representan dos paradigmas, en dos momentos distintos, para el primero el ser humano es un animal político, mientras que para el segundo el hombre es un lobo para el hombre. O sea, que para Aristóteles el ser humano es un ser político desde el inicio, nace inserto en una sociedad capaz de vivir en comunidad, necesita de los otros, donde lo político (lo humano) se realiza en el lenguaje, en lo racional, suficiente para participar de los asuntos de la polis y pactar un orden social para el bien común. Para Hobbes, en cambio, lo animal y lo racional conforman un antagonismo irresoluble, el estado natural de los seres humanos es el de las confrontaciones de unos con otros, por lo cual habría un estado de naturaleza inicial y luego un estado político donde el ser humano debería insertarse pactando para que el todos contra todos sea un todos con todos. A ese pacto denomina el contrato social.
A: Entonces, si no es natural la convivencia ordenada ¿Quién la ordena?
M: La política, obvio, como un tercer ente, al que cedemos una porción de libertad para asegurar el resto de las libertades, a modo de contrato social. Si naturalmente venimos al mundo con derechos que no podemos o queremos ejercer, debemos buscar algo que al menos nos garantice la supervivencia, para lo cual hay que limitar las libertades. El orden social es a través de mecanismos e instituciones que domestican la faceta animal legitimado por la racionalidad a través de las bases morales que se acuerden.
A: ¿Acuerdos individuales para dar origen a algo supremo que decida por nosotros?
M: Claro, al menos aquellos acuerdos que se dan a partir de lo común, de lo que que agrupa, de lo que una comunidad comparte: una nacionalidad, una identidad, una etnia, etc. Ese algo supremo que representa los intereses comunes de esa comunidad, donde los individuos conforman un colectivo y donde se plantea la tensión por sostener sus individualismos, sus diferencias. Diferencias que no son más que aquellos intereses individuales que prevalecen unos sobre otros, que dependen de la relación de poder establecida entre los individuos y que determinan por ello el dinamismo del contratos social.
A: O sea, que mantener el orden social en una comunidad depende de la relación de poder que se establece entre sus individuos.
M: Por supuesto, por eso decimos que siempre se encuentra en jaque el orden social, porque el ejercicio del poder es intrínseco a la resistencia y la puja por intereses. Y el campo de batalla es …
A: ¡La Política!
M: Para poder defender nuestros intereses primero debemos definirlos, que no es cosa fácil, que implica poder reconocer realidades, configurar la realidad en la cual nos encontramos insertos, moldear lo que nos parecería una realidad justa para nosotros y para la comunidad, nuevamente debemos implicar al otro, con quien compartimos (o no) estos intereses. La buena noticia es que la política es creadora de escenarios futuros a partir de reconocer lo que se debe mejorar a través de la transformación de las condiciones que actualmente forman parte de la realidad. La política, entonces es creadora y transformadora.
A: No parece difícil.
M: Lo es. ¿Otra realidad es posible? Si así fuera ¿La política es el arte de lo posible o la lucha por lo imposible? Por mencionar algunas cuestiones que dificultan la tarea de crear y transformar la realidad de la cual formamos parte: 1) Reconocer la realidad implica tener las herramientas y condiciones para ello, así como estar dispuesto a descubrir y animarse a tomar decisiones que nos saquen del lugar de comodidad en el que nos encontramos; 2) Los cambios sociales generan reacciones en distintos grupos de interés más aún donde cuya estructura social o stato quo se sienta amenazado y 3) La lucha de intereses requiere de estrategias de intervención social tanto en el territorio (cual lugar cargado de significación) como en los territorios digitales.
A: ¿Por qué reconocer la realidad sería una dificultad?
M: Para responderte voy a intentar hacer una muy breve síntesis de El mito de la caverna de Platón, que es una alegoría sobre la realidad de nuestro conocimiento. Allí Platón pretende mostrar en sentido figurativo que desde que nacemos nos encontramos encadenados dentro de una caverna (o la prisión de las apariencias), donde las sombras que son reflejadas en la pared del fondo componen aquello que consideramos real, aunque lo que se observa representa apenas un conocimiento subjetivo. Permitiendo a uno de los encadenados salir al exterior, se hace referencia a la liberación moral e intelectual cuya realización es posible gracias a la práctica del método dialéctico, lo que permite alcanzar estadíos de conocimientos verdaderos. Esto explica una concepción dualista del mundo entre el hombre liberado al exterior y aquellos que se encuentran en el interior de la caverna, donde el primero una vez que adquiere conocimiento siente la necesidad de liberar al resto, pero éstos se niegan a ser ayudados desconfiando de la versión acerca de otra realidad. También te invito a ver Matrix, la película, donde el argumento consiste en la lucha contra la dominación de los seres humanos por las máquinas. Allí Morfeo, líder de la resistencia, le ofrece a quien considera el elegido para salvar a los humanos -Neo- dos pastillas de diferentes colores: con una continuará en la ilusión, con la otra descubrirá la verdad y ya nada volvería a ser igual: Neo, al escoger la píldora roja, despierta en una cápsula y descubre que la raza humana está dominada por la inteligencia artificial, contrariamente a lo que creía hasta ese momento.
A: Dale, entiendo. Nada es lo que parece, convivimos en una especie de mundo con realidades paralelas (percepciones y confusiones por medio), donde no podemos afirmar si estamos siendo manipulados, y además tenemos reducidas las posibilidades de poder decidir.
M: ¡Ponele! (expresión que hace referencia a un acuerdo general, aunque no definitivo, a modo de un supuesto común para continuar una conversación)
A: Me parece ilógico que alguien reaccione en contra si se me despiertan las ganas de ser protagonista de una buena causa que impulse un cambio social, algo que podría mejorar la calidad de vida de una minoría cuyos derechos civiles se encuentran vulnerados y con ello contribuir a una sociedad mejor.
M: Buena causa decís, ¿Cómo sabés qué es buena y no mala? Si es buena ¿Por qué no se implementó aún? ¿No se le ocurrió a nadie antes? Quizá no es tan buena y por eso todavía se continúa vulnerando a esa minoría, o existen intereses de otras minorías que confrontan con las de este grupo. En fin, supongamos que es una buena causa, aún así encontraría reacción, a favor y/o en contra, pues es evidente que quienes imparten ese orden social donde se vulneran los derechos de esa minoría no han ejercido su poder para resolverlo, y esto se puede deber a múltiples factores, como ser: no representa una amenaza al stato quo (o incluso le resulta funcional); no tiene suficiente visibilidad en el conjunto de la comunidad donde está inserta; o se ha normalizado como un problema de otros, y por lo tanto son esos otros los que deben buscar resolverlo. Es decir, si es una buena causa que esa minoría no siga padeciendo la vulneración de sus derechos entonces algún poder malo es lo que permite que esta situación sea la que predomine, y a la vez a través del activismo la buena causa configura una resistencia a ese avasallamiento. Por lo tanto la resistencia confronta a un poder malo, eso lo convertiría en otra forma de poder, un poder opuesto, un poder bueno. ¿Cómo saber si hay un poder bueno, un poder malo o solo es poder, a secas? Esto me da pie para hablar cortito sobre una frase de Foucault que utiliza en su libro La voluntad del poder: Donde hay poder, hay resistencia. Así de sencillo. ¿O no? Cabe destacar que el autor analiza al poder centrado en la sexualidad y la hipótesis represiva, es decir un poder externo a nosotros que nos permite o prohíbe vivir libremente nuestra sexualidad. Otra vez la tensión entre lo orgánico (natural) y su domesticación, en este caso tomando al cuerpo como un campo de batalla política donde por un lado existe una represión tendiente a domar conductas y por el otro las transgresiones. La cuestión es otra vez dirimir quién decide qué podemos decidir y qué no. De allí surge que el poder no es, se ejerce. El poder son fuerzas, de otredades, de diferencias, por lo tanto, en conflicto. Es el potencial de posibilidades de cualquier entidad. El poder configura un orden de los individuos a través de las relaciones de poder. El dinamismo de ese orden, de esas fuerzas en conflicto, construye subjetividades y para ello utiliza dispositivos de poder, vigilancia y castigo. Más allá de eso, Foucault, para describir las transformaciones de las formas de gobierno modernas, nos ofrece una forma de poder superadora a la hipótesis represiva, la figura de la normalización, a la que llama el biopoder, que desencadena en la biopolítica y que lo aplicó a la vida social, a las luchas de ideas e intereses entre grupos y clases que transcurren en la sociedad. Normalización viene de normal, que a su vez viene de norma, y si hay norma, alguien la puso, la impuso, por lo tanto fue normalizado. O sea, construído como normal, en pos de un orden en el cual se invisibilice el dispositivo para que no haya conciencia de su ejercicio. Lo anómalo sería propenso a medicación o entendida como emancipación, anverso de lo normal, pero funcional al poder en tanto resulta un contrario, dentro de lo binario. A través del panóptico explica la estructura del disciplinamiento, tendiente a buscar el mejor efecto del poder: el autodisciplinamiento. El despliegue de todo un conjunto de tecnologías, prácticas, estrategias y racionalidades políticas tienen como objetivo el gobierno de la vida. La extensión de la arquitectura del sistema carcelario como forma de disciplinamiento social hacia todo orden social nos presupone pensarnos como sujetos sujetados (a normas, a lo binario), nos invita a repensar el lugar del poder y la resistencia, a deconstruir identidades y dispositivos, buscar resistencias por fuera de la resistencia que el poder necesita que uno sea, tanto en lo individual como en lo colectivo.
A: O sea que en cierto modo todos formamos parte del panóptico y somos funcionales, pues el poder es como una red, de micropoderes, de relaciones de poder, que se reproduce y se instala en nosotros, de modo represivo primero y productivo después, y la resistencia puede asumirse como un ejercicio de poder o una función más del poder que permite que este se expanda, salvo que configuren una provocación activa y subversiva para el stato quo rompiendo lo binario, para ello resulta necesario incorporar lo contiguo, las diferencias.
M: ¡Bravo! Ahora sí estamos en condiciones de hablar sobre la lucha de intereses, la cual requiere de estrategias de intervención social tanto en el territorio (cual lugar cargado de significación) como en los territorios digitales. Es primordial entender la importancia de comprender acerca de las agendas, pues el objetivo estratégico consiste en llevar los temas de interés de un colectivo a la esfera pública y de allí a la agenda de gobierno. La conquista y la defensa de lo alcanzado se inicia definiendo los territorios donde se va a librar la lucha comunicacional por dar visibilidad y persuadir en la era de las redes sociales. El campo de batalla es la política. Hace casi 40 años los medios de comunicación tradicionales ocuparon un rol preponderante en la mediación entre la política y la sociedad, con mayor presencia en épocas de hechos políticos relevantes como son las elecciones. En estos últimos años, poco más de 5, las redes sociales irrumpieron desafiando a la hegemonía de la información y la comunicación en la disputa por la agenda pública. Estos cambios permiten llegar a los votantes y líderes de opinión con mensajes diseñados y dirigidos casi a nivel individual, con estrategias que contemplan grandes volúmenes de datos, microsegmentación y conectividad dentro de un nuevo ecosistema comunicacional. Por su parte, los dirigentes políticos se ven empujados a configurarse en una nueva vida digital para amplificar su esfera pública. Esto implica pensar su alcance, su militancia y su activismo en el plano digital. Las redes sociales son espacios colaborativos, nodales y jerárquicos, donde los contenidos no son tales hasta que son propagados por los ciudadanos móviles y audiovisuales que comparten las redes sociales, que a su vez impactan más allá de las personas que las utilizan. El funcionamiento de una red social consiste en lograr que muchos usuarios interactúen entre sí conformando comunidades o “burbujas” de intereses, para ello se deben promover contenidos que generen ganas de interactuar y así reforzar la pertenencia a los grupos. La participación de los ciudadanos en política a través de los medios digitales – que les permite estar más informados, además de participar – abre todo un mundo de nuevos retos para gobernantes y dirigentes políticos, y la tecnología actual permite un mejor convencimiento o un mejor engaño. Es un asunto complejo, pues una parte de la ciudadanía ya no busca medios creíbles sino medios que refuercen sus propios prejuicios.
A: Pero en ese nuevo mundo hay una gran cantidad de información que resulta imposible de consumir, de analizar.
M: Claro, a eso Michael Goldhaber llama economía de la atención, poniendo en foco que las redes sociales están alterando nuestras pautas de consumo, creando una pobreza de atención y una necesidad de asignar esa atención eficientemente entre la sobreabundancia de fuentes de información que podrían consumirla. A pesar de compartir en sus redes preferidas contenidos de su interés, muchas veces estos no exceden más allá de una porción de sus grupos íntimos, por lo cual los ciudadanos se sienten cada vez menos importantes o intrascendentes por el lugar que les toca en la esfera pública. De allí que la puja por la atención en medio digitales se encuentra saturada de estímulos con el objetivo de convocar consumos culturales diferenciados que, a su vez, permitan elaborar un sentido de pertenencia de tribu y no de masa. Este tipo de consumos tiene su correlato en la comunicación política que en estos tiempos electorales se refleja en campañas que prestan cada vez más importancia a tres pilares de la militancia mediada por tecnologías digitales: Big Data, segmentación y viralización. ¡Ups, pasó la hora! la seguimos otro día.
A: ¡Dale! Nos vemos.