Bolsonaro presidente. Por Ximena Simpson para Revista Anfibia
Fue la elección más incómoda y polarizada de la historia de Brasil. Inauguró una nueva forma de comunicación -y de manipulación- política, y a bajo costo. Más allá de que las fake news constituyen un crimen electoral, ¿por qué tuvieron tanta credibilidad? ¿Por qué el acceso a la educación de los votantes no alcanza? El país del samba, de los ídolos del mundial y el chopp helado no encaja con el perfil de su nuevo presidente. Su modelo de democracia tampoco. Cuál es el lugar para el optimismo frente a este nuevo tablero de ajedrez.
Fue una elección diferente, incómoda. Los dos principales contrincantes estuvieron, en un primer momento, ausentes de las calles (Lula preso y Bolsonaro internado) y después, ya con Haddad como candidato oficial, protagonizaron una guerra campal con una polarización sin precedentes. La disputa, que movilizó ampliamente a toda la sociedad brasileña, también se hizo notar en acciones de referentes políticos y sociales de todo el mundo.
Esta elección fue, a su vez, un punto de inflexión. Indefectiblemente, Brasil no será más el mismo. No solamente desde el punto de vista de la organización del sistema de partidos, sino también como sociedad. El pleito nos obligó a pensar en los límites y dificultades de la democracia liberal e inauguró, más enfáticamente, una nueva forma de hacer política: la era de las redes sociales pisó fuerte y sorprendió por su alcance y por su capacidad de manipulación de las preferencias a un bajo costo.
El factor detonante fue sin duda la rápida ascensión del candidato ultra-derechista Jair Bolsonaro. El Brasil de la samba, de la bossa nova, del carnaval, de los cinco títulos mundiales. Brasil de la caipirinha y del chopp estúpidamente gelado no parece encajar en la figura reaccionaria, machista, racista, homofóbica e intempestiva de Bolsonaro.
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