No creo en las ideologías pero que las hay, las hay


Mario Riorda
 Politólogo. Director de la Maestría en Comunicación Política de la Univ. Austral  


Una ideología se aproxima a la izquierda si, aún sabiendo que hay personas iguales y desiguales, la toma de decisión se aproxima más a pensar en derechos y deberes que los hagan más iguales que desiguales.


Norberto Bobbio, al hablar de ideologías pone el eje en la igualdad.

(Colsecor.noticias) No poca gente plantea la negación de la existencia de ideología. ¿Puede un discurso político no ser ideológico? La respuesta es contundente: no. La discursividad política es intrínsecamente ideológica. Mayoritariamente ideológica. Sin importar si es buena o mala. 

Una parte de las tesis dominantes explica que la transformación del discurso político ofrece un abandono de los proyectos ideológicos de carácter radical para dar lugar a proyectos más moderados, centralistas. Se caracterizan por un supuesto mayor pragmatismo, con el fin de ocupar diferentes espacios del poder político. Argentina representa en su oficialismo esta versión que niega lo ideológico. 

Pero el mundo es muy poco condescendiente con esta tesis. Desde 1950 en adelante, incluyendo el momento en que la política empezó a seguir el estilo que la televisión de entretenimiento le imponía, siempre alguna tesis habló del fin de la ideología. Pero esas tesis fracasaron estrepitosamente. El filósofo húngaro István Mészáros alerta que la propia tesis de la desaparición de las ideologías es un término en sí mismo absolutamente ideológico. 

El propio Mauricio Macri, como candidato, esbozó aproximaciones de su posicionamiento e ideas políticas: “Nuestra ideología es resolver, hacer, construir cosas concretas alrededor de las ideas del progreso que todos tenemos”. Nótese la idea de pragmatismo de fondo. Y desde ahí aparecieron conceptos acuñados como gobierno posideológico, transideológico o muchos neologismos parecidos que caían en la idea libre de tomar herramientas que antes hubieran sido incompatibles. 

El filósofo Alejandro Rozitchner, signado como un importante responsable en los discursos del presidente, es contundente en su definición: “Nosotros creemos que izquierda y derecha no son términos relevantes… es mucho más relevante la diferencia entre viejo y nuevo… Mauricio plantea el liderazgo de un Estado menos ideológico y más real, al servicio de la gente”. Nuevamente el pragmatismo. 

Quizás estas respuestas permitan acumular más apoyos incluyendo antes que excluyendo, una estrategia para sumar en una distancia cada vez más afianzada entre representantes y representados. Por eso plantean una relativa desideologización o despolitización del mensaje. Pero lo cierto es que por más banal que sea su formato de presentación, es difícil concluir que un mensaje político esté despolitizado. Quien se posiciona sobre temas públicos de modo superficial, hablando de lo que todos hablan con posturas “políticamente correctas”, sólo puede hacer más comprensible esa idea. Pero el contenido laxo y abstracto, con el correr del tiempo, suele generar una verdadera frustración de expectativas cuando deviene en políticas públicas concretas. 

Las ideologías pueden ser vistas como atajos para que el votante obtenga información de modo más simple; otros sostienen que son “sentimientos o imágenes ideológicas” que orientan al elector con alguna racionalidad. La ideología funciona así como “hoja de ruta” para partidos y electores a partir de lemas y valores. Ello ya es un avance para el elector que empieza a razonar orientado en principios fundamentales sin necesitar conocer la totalidad de las posiciones en torno a la agenda. Estudios demuestran que el elector usa criterios ideológicos para distinguir a partidos políticos y que hay coherencia entre autodefinirse ideológicamente y votar a un partido que se autoproclame cercano a la postura personal. Giovanni Sartori sostiene que las ideologías son sistemas de ideas orientadas a la acción, que ofrecen previsiones de futuro y propuestas de solución de problemas para comprender y estructurar la información y poder ofrecer propuestas prácticas vinculadas con la toma de decisiones. 

Norberto Bobbio, al hablar de ideologías pone el eje en la igualdad. Afirma que una ideología se aproxima a la izquierda si, aún sabiendo que hay personas iguales y desiguales, la toma de decisión se aproxima más a pensar en derechos y deberes que los hagan más iguales que desiguales. ¿Su objetivo? Remover obstáculos que hagan a la desigualdad. Por el contrario, un partido más de derecha confiesa que las igualdades son ineliminables, vale decir, hay diversidad. ¿En qué se sostienen? En la tradición, la herencia y el apego a la historia. 

Lo cierto es que, salvo extremos, ni la izquierda plantea absurdamente que todos son –o deban ser- iguales en todo, ni tampoco que la derecha propugna por más desigualdad. Esta última suele plantear la compensación como modo de sostener una diferencia dada sin romper un orden establecido. 

 Plantear la desaparición de las ideologías es incongruente. Es una pose en un momento. Hay quienes ocultan su ideología y proponen soluciones únicas amparadas en una ilusión tecnocrática que intenta borrar fronteras ideológicas con respuestas cerradas. Hay una carga ideológica no explicitada pero existente en esta postura. 

Existen quienes, por desconocimiento o ausencia de usinas de ideas, directamente desconocen las ideologías y las descalifican. El zigzag de sus políticas y decisiones sobrecarga peligrosamente de incoherencia y frustraciones al electorado. 

Y también quienes creen que nuevos hechos en la agenda no pueden ser etiquetados como de derecha o izquierda. A lo que cabe responder que nada impide que esos hechos no puedan ser tamizados por decisiones que se acerquen o se alejen de la igualdad. 

¿Cuál ideología es mejor? Es un juicio de cada persona. La definición ideológica forma parte de verdades trans-científicas. La subjetividad explica, en base a valores, que cada persona se recueste a uno u otro lado. Pero no es un tema desdeñable por el tamaño de sus efectos. Piense en políticas más próximas a la igualdad o más cerca de las diferencias. Dependerá del prisma ideológico con que se mire a cada política para juzgarlas buenas o malas. 

A las ideologías no hay que pedirles todas las soluciones sino comprenderlas como una orientación de los valores que guiarán las acciones. Una ideología no es Wikipedia, es sólo una brújula necesaria para políticos y ciudadanos desconcertados. 

El lenguaje ideológico es el cómo, compañero insustituible del pensamiento ideológico. Cuando este no aparece del todo comprensible, hay que hurgar en el set lingüístico, algo así como una mirada del mundo a través de un determinado conjunto de palabras y conceptos que lo diferencian de otras ideologías. Cada partido o liderazgo va armando un constructo lingüístico propio, autónomo, que se diferencia de otros. Macri transitó un sendero discursivo apostando a las expectativas de optimización personal, donde hacía explícita la enumeración de negativos a los que hay que vencer. “Somos distintos”, repetía. Una puesta en escena de la política actuando como prédica evangélica, como nos relata Byung-Chul Han, o bien como lógica de “psicología positiva” con mensajes esperanzadores, motivantes. 

Son los mismos líderes los que encabezan el uso característico, porque son los mismos hablantes los que acarrean algo irrepetible dado que el estilo son las personas. Habiendo pasado ya tres años de un gobierno, cuando el discurso político pudiera no ser del todo claro para definir la ubicación ideológica, ahí estarán sus políticas (no todas, pero sí la mayoría) y sus efectos en la sociedad, que terminan hablando más de la ubicación ideológica que lo que el liderazgo y sus palabras lo han hecho.

Artículo original en http://colsecornoticias.com.ar/index.php/nm-destacado/46-revista/revista-portada/8410-no-creo-en-las-ideologias-pero-que-las-hay-las-hay

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Post Author: mauricioalvez

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