Artículo original de Gonzálo (@conurbanensis) publicado en La tribuna de Renard https://latribunaderenard.wordpress.com/2019/01/14/chip-wars-el-imperio-contraataca/el 14 de enero de 2019
¿Qué tienen que ver una empresa de telecomunicaciones china, una ejecutiva presa, con Trump, la Luna y los aranceles? Todo. Pero no va a ser fácil explicarlo.
El común de los analistas reproduce la explicación vulgar de la guerra comercial entre Estados Unidos y China al entenderla como una competencia por la locación de empresas. Algo que estaría íntimamente relacionado con los impulsos autodestructivos de un líder populista incapaz de entender la verdad más obvia de todas: que el libre comercio representa la situación óptima al conllevar beneficios para todas las partes involucradas. Es difícil estar más equivocado.
El gobierno de los Estados Unidos no está peleando una batalla que ya sabe perdida: aunque no todo permanezca igual en este campo, los empleos industriales poco calificados vienen siendo desplazados hacia China desde hace décadas. Además, ¿Cuál sería el sentido de buscar defender un sector que no representa una de las claves de la economía estadounidense moderna? Ninguno. Por eso el foco está en otro lado: en evitar que China gane terreno en los mercados de industrias centrales y conocimiento-intensivas como los relacionadas a la tecnología de punta: la farmacéutica, las telecomunicaciones, la inteligencia artificial y, de la mano de industrias aeronáuticas, la exploración espacial.
Otras variantes de la explicación vulgar insisten en mencionar que los Estados Unidos tienen problemas de productividad frente a los nuevos polos de la economía global. En realidad, pocas cosas son más impresionantes que la capacidad de los norteamericanos para crear riqueza. La productividad por hora trabajada quintuplica la de la China.
Hoy por hoy, el crecimiento económico norteamericano se apoya en el conocimiento y en los sectores de avanzada: estos representan casi el 40% del PBI, el número más alto entre todas las grandes economías. En comparación, es sorprendente el desempeño chino: mordiéndole la cola, tiene el 35% en estos sectores. Un outlier entre las economías en desarrollo.
Estados Unidos también continúa siendo líder en inversión en Investigación y Desarrollo, explicando poco más, poco menos, el 30% del total mundial. Aquí también los chinos ocupan el segundo lugar, a la vez que han acelerado fuertemente en el campo de las patentes. Aunque debe tenerse en cuenta que Estados Unidos sigue siendo el principal beneficiario de las ganancias por posesión de propiedad intelectual.
De esta manera comienza a esclarecerse el asunto. Como mencionamos, los EEUU tienen su foco en la expansión de la participación china en los mercados mundiales de bienes de alta tecnología. En el gráfico de la derecha se observa que Norteamérica sigue siendo significativamente dominante en el ámbito de los servicios comerciales conocimiento-intensivos. A pesar de que acostumbramos a pensar el comercio estadounidense en términos de déficit, este no es el caso. Aquí es superavitario.
Pero sería quedarse en los primeros pasos suponer que la preocupación de los gobiernos es sólo por el empleo. La vanguardia tecnológica tiene, como siempre, aplicaciones militares que determinarían la posición de cada país en un eventual conflicto bélico. También podrían influir, por vía de la disuasión, para que este no se produzca.
Zhong Xing Telecommunication, una ventana.
A comienzos del año pasado el Departamento de Comercio de Estados Unidos prohibió las ventas de componentes a la empresa de telecomunicaciones china ZTE, lo que la obligó a cesar sus actividades de la noche para la mañana. El motivo alegado fue que la empresa rompió las sanciones comerciales impuestas por Estados Unidos a Irán y a Corea del Norte al exportarles tecnología originaria de ese país (las piezas importadas que se encuentran dentro de los aparatos de ZTE). Finalmente, el gobierno encabezado por Donald Trump canceló las restricciones comerciales y multó a la firma por montos récord.
Poco tiempo después, el gobierno estadounidense decidió restringir las compras de equipos de ZTE y Huawei por parte del Estado debido a motivos de seguridad nacional. La iniciativa trascendió las fronteras: hubo reuniones con gobiernos de otros países como Alemania, Australia, Nueva Zelanda, Japón e Italia en las que fueron ofrecidos incentivos financieros a aquellos que se sumen a la prohibición. Pero la escalada no terminó ahí, hace menos de un mes fue noticia la detención en Canadá de la directora financiera de Huawei.
Menos noticia fueron las declaraciones de la Cancillería canadiense en las que se informó que 13 ciudadanos del país fueron detenidos en China después del apresamiento de Meng Wanzhou, quien obtuvo, posteriormente, la libertad bajo fianza.
La sanción comercial a ZTE permite pasar de lo descriptivo a lo explicativo. Que la empresa haya quedado al borde de la quiebra luego del cierre comercial se entiende al ver que al menos 25% de los componentes que utiliza en sus dispositivos son de origen norteamericano, primordialmente procesadores Qualcomm y software de Android/Google. En 2018 la primera de estas empresas tuvo un intento de fusión con Broadcom (uno de los mayores fabricantes de semiconductores del mundo, con sede en Singapur) que terminó siendo bloqueado por orden expresa del gobierno de Donald Trump. La justificación fue la misma: la unión era una “amenaza para la seguridad nacional”.
Si todavía pareciera que la guerra comercial no tiene que ver con mejorar el sector externo norteamericano, el hecho de que las sanciones de 60.000 millones de dólares impuestas por este gobierno hayan apuntado directamente a bienes de alta tecnología que representan sólo el 0.5% de sus importaciones constituye otro argumento de peso en favor de esa tesis.
El gran objetivo de la guerra comercial, si es que tiene algún sentido continuar denominándola de esa forma, es detener el plan “Made In China 2025”. Si este se encontrara completo, sanciones de cuño imperialista como la impuesta a ZTE serían imposibles ya que el objetivo central del proyecto es la independencia tecnológica. Allí se propone que el 70% de los componentes de alta tecnología sean fabricados en China, lo que convertiría al país en una potencia tecnológica con predominio sobre industrias de frontera como la robótica, las tecnologías de información, la aeronáutica y las energías y los vehículos limpios.
El plan no implica que China tenga que compartir el podio con otras economías occidentales: podría reemplazarlas al capturar su parte del mercado global. Economías como la alemana y la surcoreana se verían fuertemente afectadas. Para esto, los medios con los que se busca alcanzar la meta son los típicos; consisten en la promoción de adquisiciones de empresas extranjeras, en acuerdos de transferencia de tecnología y en el espionaje comercial. Lo nuevo y la clave es el marco: es una propuesta que sale de un Estado que logra dirigir su economía exitosamente no sólo en sectores clave.
Lo anterior se confirma en lo que se va conociendo de las conversaciones actuales. Si bien existen avances en temas como compras agrícolas y de acceso a mercados, el acuerdo por las reformas estructurales emprendidas por China aún está lejos de ser una realidad.
La amenaza tripartita: inteligencia artificial, 5G y semiconductores.
Aunque los tres campos en pugna se encuentran relacionados por formar parte de la vanguardia del know-how, tiene sentido realizar un análisis un poco más pormenorizado
En el campo de la Inteligencia Artificial Estados Unidos tiene la ventaja. A Enero de 2017 hay más compañías estadounidenses que chinas. Además, de un total de 2542, cerca del 40% se encuentran en suelo norteamericano mientras que en China se encuentra sólo el 23%, un número que sigue siendo bastante superior al de Inglaterra, Japón, Suecia y cualquier otro país desarrollado. Sin embargo, el predominio no es total: ambos países se encuentran empatados en cantidad de supercomputadoras (herramientas necesarias para el desarrollo de la IA): EEUU volvió a encabezar el ranking recién en 2018, pero las diferencias son fluctuantes y poco significativas. Donde Norteamérica vuelve a la delantera es en materia de expertos, ya que duplica la cantidad que poseen los chinos (78.000 contra 39.000, aproximadamente).
Todo esto puede sonar bastante alejado de los procesos productivos de la economía “real”, pero no es así. Las aplicaciones de la Inteligencia Artificial son innumerables. Las granjas porcinas del gigante asiático son un ejemplo, allí los sensores monitorean en tiempo real a más de 10 millones de cerdos, lo que ha logrado aumentar la productividad en 30% en tan sólo un año.
La IA cumple un rol central en lo militar: esta tecnología es necesaria para sincronizar ataques de drones, analizar imágenes de satélites espía y para controlar buques autónomos. Sobre esto Putin ha sido tan claro como polémico: “Whoever becomes the leader in this sphere will become the ruler of the world”. El panorama es claro, la carrera está abierta y sólo participan dos caballos.
Otro campo de avanzada más relacionado con el caso de Huawei es el de las tecnologías de telecomunicaciones, precisamente el del 5G. El atractivo reside en ser hasta 100 veces más rápida que su antecesora, el 4G. Claramente no se piensa en aumentar el atractivo de los smartphones: el foco está puesto en el internet de las cosas, en la robótica, en vehículos autónomos y, por supuesto, en lo militar y aeroespacial. Un ejemplo: si el futuro de las fuerzas aéreas se encuentra en los aviones manejados a distancia, el potencial de una velocidad de comunicación mayor que vuelva prácticamente nulas las diferencias entre el tiempo de control y el de respuesta es inconmensurable.
Los últimos de los elementos mencionados son los semiconductores. Estos son los componentes que posibilitan la existencia del resto por ser materiales aislantes que pueden cumplir también el rol de conductores de corriente.
China, debido a su carácter de exportador de productos electrónicos, se ha transformado en el principal mercado de consumo de semiconductores: hoy sus importaciones de circuitos integrados superan en valor a las de petróleo, representando entre ambos productos cerca de un ¼ del total. Esto se debe a que China carece de una empresa que fabrique semiconductores a gran escala: ninguna compañía china figura en el top 10 ni posee una participación significativa en el mercado global. No hay dudas de que si consiguiera posicionarse entre los primeros puestos, gran parte del camino hacia la independencia estaría hecho. El problema es que esta distancia sería proporcional a la amenaza tecnológico-militar que le representaría a los Estados Unidos semejante cambio en las posibilidades de producción.
El denominador común: las tierras raras.
En un nivel aún más fundamental se encuentran las “tierras raras”. Con ese nombre se denomina a 17 elementos químicos utilizados en la producción de un amplio espectro de objetos relacionados con la tecnología de avanzada: baterías, motores eléctricos, turbinas eólicas, discos duros, micrófonos, parlantes, pantallas, fibra óptica, fertilizantes, purificación de agua, refinación de petróleo, los mencionados semiconductores y un extenso etcétera. Luego de semejante enumeración de aplicaciones queda claro el carácter estratégico del recurso. En su ausencia, producciones como la militar, la nuclear y la electrónica se verían en serios problemas.
El escenario actual de las tierras raras es radicalmente distinto al del pasado. Los EEUU supieron mantener la supremacía en su explotación hasta la mitad de los 80s y el autoabastecimiento hasta principio de los 90s; hoy, en cambio, importan el 80% de lo que utilizan desde China, la indiscutible líder. Esto no es un problema reciente ni ajeno a las autoridades norteamericanas: Mike Pompeo, desde su antiguo lugar a la cabeza de la CIA, hizo énfasis en la importancia que debía darse al control extranjero de las fuentes de tierras raras y durante las gestiones de Obama existieron conflictos que debieron solucionarse en el marco de la Organización Mundial de Comercio. El detonante de estos últimos fue la iniciativa china de restringir la exportación de estos bienes.
Como afirma un estudio encargado por el gobierno de Estados Unidos: “China representa un riesgo significativo y creciente para el suministro de materiales considerados estratégicos y críticos para la seguridad nacional”.
El lado oscuro de la Luna.
Fue noticia la semana pasada: China se convirtió en el primer país en enviar una sonda al lado oscuro de la Luna. En semejante odisea tuvo que ver la base espacial radicada en Neuquén, Argentina, pero, aunque interesante y ejemplificador de la expansión china en los países latinoamericanos post2008, ese es tema para otra entrada.
Científicos del Programa de Exploración Lunar de China afirman que la misión constituye los primeros pasos en la explotación de las reservas lunares de helio 3, un isótopo que podría convertirse en una fuente revolucionaria de energía limpia. Pero más allá de las intenciones, en la estrategia aeroespacial china (la puesta en marcha de “Beidou”, un sistema de navegación alternativo al GPS norteamericano, está en el centro de esta cuestión) se repiten los mismos patrones que en los campos trabajados al evidenciar que el país asiático ha llegado a un nuevo estadio: el de representar una amenaza para el statu quo vigente por la vía de la disputa de la vanguardia tecnológica que es, al fin y al cabo, una consecuencia del desempeño económico chino. Lógicamente, quienes dan cuenta del movimiento de placas tectónicas buscarán evitarlo: la vulgarmente denominada “guerra comercial” no es más que eso, un intento de Estados Unidos por detener el proceso de desarrollo del país asiático. En este escenario China cuenta con al menos dos puntos a favor: el tamaño de su mercado interno y una enorme capacidad de planificación. Ambos factores le permitirían estimular el consumo nacional para contrarrestar los efectos negativos de la desaceleración económica norteamericana y disminuir su dependencia exportadora, algo similar a lo realizado tras las crisis de 2008, salvo que en ese entonces el incentivo estuvo dirigido a la inversión por medio de la expansión del crédito. De todas formas, nada está garantizado.
“Que vivas en tiempos interesantes, que recibas las atenciones de los poderosos, y que se cumplan todos tus deseos” reza la antigua maldición china. Los dirigentes del PC, sin duda, se encuentran preparados para enfrentarla.
Gonzalo.
Artículo original publicado en La tribuna de Renard https://latribunaderenard.wordpress.com/2019/01/14/chip-wars-el-imperio-contraataca/
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