Nació en Santiago del Estero el 7/03/1906. Después de terminar la secundaria se embarcó en lo que sería la misión de su vida a través de la medicina: realizar una transformación inédita de la salud pública. Se llamó Ramón Carrillo, el verdadero paladín del sanitarismo argentino.
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Se recibió de médico en la UBA con medalla de oro, viajó a Europa becado por la universidad para perfeccionarse como neurólogo y neurocirujano. Recibió el Premio Nacional de Ciencias en 1937 y fue el organizador del Servicio de Neurocirugía del Hospital Militar Central.
Ahí entró en contacto, al atender conscriptos, con muchas enfermedades regionales argentinas. La mayoría de ellas originadas por la pobreza, fue allí donde conoció a Perón, encuentro decisivo para el futuro de la salud pública del país luego de su llegada al poder en 1946.
Durante el gobierno peronista Carrillo se abocó al desarrollo de un plan de salud pública nacional al frente de la Secretaría de Salud Pública que luego sería elevada a rango ministerial. Carrillo Junto con la Fundación Eva Perón realizaron una verdadera revolución sanitaria.
Entre 1946 y 1951 construyeron 21 hospitales con capacidad para 22 mil camas. Se estableció la gratuidad de la atención de los pacientes, los estudios, tratamientos y provisión de medicamentos. Un tren sanitario recorría el país durante 4 meses al año para atender a la gente.
Ofrecían radiografía, análisis clínicos y asistencia médica y odontológica en lo lugares más remotos de Argentina. Se lanzaron planes masivos de educación sanitaria por todo el país que fueron realmente exitosos en todo sentido. Se logró erradicar varias enfermedades.
Se erradicó el paludismo, el tifus y la sífilis, se eliminó la epidemia de brucelosis y bajó el índice de enfermos por chagas. La mortalidad por tuberculosis bajó en un 75% y la mortalidad infantil se redujo a la mitad Carrillo impulsó la primera fábrica nacional de medicamentos.
Se llamó EMESTA, ideada para el abastecimiento de medicamentos a bajo precio. Ramón decía: “la mala vivienda, la alimentación inadecuada y lo bajos salarios inciden más en el estado sanitario de un pueblo que la constelación más virulenta de agentes biológicos”.
La Revolución Fusiladora tampoco perdonó a Ramón Carrillo que debió emigrar junto a su familia a EEUU. Sus propiedades fueron allanadas y hasta lo acusaron de “enriquecimiento ilícito”. El escarnio al que lo sometieron repercutió en su salud, dado que sufría hipertensión.
El paladín del sanitarismo argentino, uno de los profesionales más brillantes y solidarios de nuestra historia murió a los 50 años, el 20 de diciembre de 1956 víctima de un accidente cerebrovascular. Otro héroe popular que fue víctima del odio y la persecusión oligarca