¿Qué compromisos debía asumir al momento de la paternidad? Vivienda, alimentación, salud, educación, seguridad y límites. Además, velar por la integridad de la madre. A unos 20 años de hacerme esa pregunta, lo sigo sosteniendo, aunque como papá baboso.
En una charla con mi yo interior durante la adolescencia tardía, pusimos en el tapete la duda sobre mi capacidad intelectual para reconocer y aprovechar oportunidades en relación a las expectativas que tenía sobre algunos “factores de éxito en la vida independiente” como [mi] casa, [mi] trabajo, [mi] automóvil. De alguna manera no los sentía como una necesidad, ni urgente, ni importante. ¿Por qué? Vivía con mis padres, estudiaba en la universidad, tenía un trabajo que me generaba los ingresos suficientes para pasarla bien con amigos y darme algunos gustos personales.
Surge allí esa tensión de pensarme como un individuo independiente desde mi posición de sujeto dependiente, dicho de otro modo, un mantenido queriendo emanciparse. Luego de idas y vueltas al rededor de cuestiones económicas, esa charla silenciosa de yoes viró hacia un otro, hacia quienes hacían posible el estado de dependencia económica en la que me encontraba. La lista la encabezaban mis padres, mis jefes, algunos parientes y amigos. Se completaba con ciertos líderes de opinión a quienes aún sin conocerlos en profundidad me generaban inspiración y motivaciones diversas. Indagando sobre los vínculos que me unían a ellos fui encontrando que la dependencia iba más allá de lo económico, se trataba de lazos afectivos y emocionales, algunos más temporales que otros. Lo económico, aún siendo una condición básica de supervivencia, pasó a representar apenas un aspecto superficial de cada una de esas relaciones en las cuales yo me situaba en un lugar inferior de la estructura de poder, un lugar mayoritariamente pasivo, algo reflexivo y con ausencia de cuestionamientos a los límites impuestos. Por supuesto que esto a su vez me resultaba cómodo, pues no me exigía tomar decisiones que implicaran riesgos, tampoco compromisos difíciles de asumir. Situación naturalizada producto del dispositivo de la libertad. Al respecto Darío Sztajnszrajber dice:
El dispositivo de la libertad es encantador: todos nos creemos libres transitando por estructuras previamente determinadas que naturalizamos e invisibilizamos, y sobre todo, no cuestionamos. Transitamos libremente por las callesporque hay calles que alguien construyó y otras edificaciones que alguien destruyó (…) Operamos económicamente con absoluta libertad, pero hay costos, y en especial, hay quienes se ven afectados en cada operación y no son libres entonces para operar económicamente. Creemos que entramos al supermercado y compramos lo que queremos, pero solo podemos adquirir lo que el supermercado nos ofrece.
Y hasta creemos que, cuando nos enamoramos, somos seres libres e iguales que elegimos establecer un vínculo, como si existiéramos libres e iguales, como si las elecciones fuesen autónomas, como si pudiéramos elegir más allá de las formas de elección instituidas, como si el amor pudiese ser encauzado por algún tipo de acuerdo, pacto o contrato, que en general suelen responder a las formas jurídico-institucionales legales, legítimas y consuetudinarias del orden social vigente.
En ese momento aflora un deseo, una fantasía, la de ser padre. Algo que implicaba ponerme en el lugar de uno de esos otros de los cuales dependía, a quienes relegaba una parte de mi ser, de mi libertad, a cambio de comodidad. La primer sensación fue de angustia, porque se me llenó la cabeza de dudas e incertidumbre. Esa carencia de respuestas inmediatas y la presencia de un otro con quien debería establecer uno de los vínculos más fuerte y duradero que podría tener en la vida, hasta que la muerte nos separe, me llevó a hacerme una pregunta de las más serias, como todas las que involucran pensar al amor y al futuro.
¿Qué compromisos debía asumir al momento de la paternidad?
Al vínculo lo pensé a partir del nacimiento, y los supuestos de que se haya acordado su nombre y se trate de una persona saludable. El ser humano durante sus primeros años de vida requiere de otro para sobrevivir, necesita que lo alimenten, abriguen, higienicen y cuiden de un sin número de amenazas a las que se encuentra expuesto y carece de mecanismos de defensa. Parece sencillo, sin embargo cada una de estas tareas generan tensiones que requieren acuerdos y compromisos. Con qué, cómo y cuándo lo alimentamos. En esta primer cuestión el acuerdo, más allá de la voluntad, creencias y deseos individuales, podría darse con la madre y sus posibilidades de amamantar y los médicos que aportan recomendaciones en base sus conocimientos. Imágenes que se hicieron presentes con forma de cuestionamiento: dónde va dormir, quién lo va a atender cuando llora, quién lo sostiene al momento de vacunarlo, la adolescencia. Algunos ruidos molestos en cada diálogo, los tiempos y espacios para compartir, la salud física y mental, la situación económica y muchos etcéteras.
Sin embargo, la pregunta me llevó a instancias más profundas y a la vez más generales, que actuasen como paraguas en todo momento y permitan matices. Y la respuesta que encontré fue la siguiente lista: vivienda, alimentación, salud, educación, seguridad y límites. Además, subyacentes de manera omnipresente el aprendizaje, la madre, la familia, la ausencia y la muerte.
Visto en la distancia, la complejidad multicausal de la vida en clave de paternalismo me invita a recorrer cual cinta de moebius en torno a priorizar al otro, dar amor, pensar en los límites y las tensiones con la libertad, ese estado de negociación permanente que implica además vigilancia, premio y castigo. Amor es dar, dar es pérdida de algo, la pérdida como desprendimiento de una posesión genera dolor, por lo tanto el amor duele. Aspiro a que ese dolor valga la pena, contribuya para que el destinatario de ese amor pueda tomar decisiones ante las oportunidades y amenazas que se le presenten, con capacidad para analizar el entorno, los condicionantes y los impactos.